Una Tarde Especial Con Nuestros Voluntarios Ecuatorianos

Región Noroeste  |  30 Diciembre, 2019

La oficina de Tzu Chi en Nueva York tuvo el honor de recibir a los voluntarios locales quienes participaron en el esfuerzo por brindar alivio después de los desastres naturales que ocurrieron en Ecuador. 

La noche comenzó con una maravillosa cena complementaria y concluyó con una conversación inspiradora llevada a cabo por algunos de aquellos voluntarios: Jenyffer Ruiz, Boris García y Maribel Suárez. Además, tuvimos el honor de presentar a los miembros principales de la comunidad ecuatoriana en Nueva York, incluyendo a la jueza Carmen Velásquez y la cónsul general Linda Machuca, quienes conocimos por primera vez hace poco en el 2016.

Fue durante la cena, ambos la jueza y cónsul hablaron con calidez y gratitud sobre el trabajo que Tzu Chi realizó para aliviar el sufrimiento de aquellas personas afectadas por el terremoto del 2016 y las inundaciones del 2017. 

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Lo que Tzu Chi hace como una organización increíble es que entiende las necesidades de las personas y en realidad hace lo que se necesita hacer. Y déjenme decir, Tzu Chi, ustedes se han ganado el corazón de todos nosotros los ecuatorianos. No hay nadie en el Ecuador que no sepa de Tzu Chi, solo por la felicidad que suelen brindar, por el trabajo desinteresado y la promoción para una buena vida”.

En nombre del gobierno ecuatoriano, la cual represento aquí hoy, les agradecemos mucho por darnos un abrazo y compartir con nosotros su calidez en el momento que más lo necesitábamos. Muchas gracias

La presentación empezó con comentarios de apertura por parte de la hermana Judy Wang, vicepresidenta ejecutiva de la oficina regional Tzu Chi del noreste, quién compartió ante los invitados su propia experiencia tras viajar a Ecuador este año para atender la ceremonia dedicada para inaugurar la reconstrucción de la Iglesia de Canoa. 

En su discurso, la vicepresidenta habló sobre la conmovedora sorpresa que recibió cuando la aerolínea TAMA subió de categoría los pasajes de ida y vuelta a Primera Clase para aquellos 11 voluntarios que viajaban. Por lo cual, la aerolínea hizo en reconocimiento y gratitud por el trabajo que Tzu Chi había realizado antes, tras el terremoto del 2016. 

Más que nada, dio a mencionar que aquella ceremonia había reflejado los inicios de Tzu Chi hace más de 50 años, cuando nuestra fundadora, la maestra Cheng Yen, se reunió en aquel momento con tres monjas católicas en Taiwán. Durante aquella reunión, las monjas explicaron a la maestra cómo estaban ayudando a las personas necesitadas en clínicas y orfanatos. Además, las monjas preguntaron a la maestra “¿Qué estás haciendo para ayudarlos?” y fue en ese momento que la maestra no sabía cómo responder. Sin embargo, la maestra comenzó a pensar como ella también podría poner de su parte. 

A partir de esa pregunta, fue que la fundación Tzu Chi se formó. Y hoy, continúa respondiendo aquella tal pregunta como una amplia organización humanitaria internacional sin fines de lucro, con más de 10 millones de partidarios y voluntarios que brindan caridad, socorro en casos de desastre, atención médica y educación a nivel mundial. 

Después del discurso, la documentalista Ida Eva Zielinska moderó una conversación con aquellos voluntarios que compartieron sus historias del trabajo agotador, pero a la misma vez gratificante, que fue ayudar a  restaurar la dignidad e estabilidad de aquellas personas que sufrieron la devastación causadas por aquellos desastres naturales. 

Al principio, los voluntarios nos llevaron detrás de las escenas cuando en el 2016 Tzu Chi lanzó el programa Efectivo por alivio (o Cash-For-Relief, en inglés) que creó 34.030 empleos temporales y proporcionó $510,405 en ayuda. Paso a paso, nos llevaron mientras ayudaban a distribuir camas plegables y mantas a quienes todavía se encontraban desplazados. Los testimonios continuaban. Después, empezaron a compartir sus experiencias del 2017, cuando asistieron a la segunda campaña de aquel mismo programa junto a la distribución de ayuda financiera, por la cual se llevó a cabo tras una inundación severa que ocurrió ese mismo año. Ahí, proporcionamos más de $1 millón en ayuda y creamos otros 17.828 empleos temporales.  

Durante la conversación, cada uno de aquellos voluntarios pudieron reflejar sobre sus experiencias trabajando junto a Tzu Chi en Ecuador.

Jenyffer Ruiz, una de las voluntarias locales, regresó a Ecuador luego de vivir en Nueva York durante 24 años. Su sueño siempre fue ayudar a las personas necesitadas de su país. Sin embargo, no tenía idea dónde, ni cómo empezar. Pero la vida encontró una forma de mostrarle el camino sin que ella  misma se diera cuenta.

Ocho meses después de su llegada, desafortunadamente le tocó vivir el catástrofe que ocurrió el día 16 de abril 2016, un terremoto de 7,8 grados que devastó partes del Ecuador, matando a cientos de personas y dejando a miles sin hogares. Para Jenyffer, la tragedia causó un choque emocional. Tanto así, ella misma comenzó a dudar sobre su decisión de volver.

“Si me hubiera quedado en los Estados Unidos, tal vez estaría en una mejor situación para ayudar a las víctimas del terremoto”, dijo.

Pero tras la llegada de la fundación Tzu Chi a Ecuador, Jenyffer encontró la oportunidad de ser parte de algo grande ya que los voluntarios pidieron su ayuda en aquel momento. “Fue como si me hubieran caído del cielo. ¿Cómo podría dejar pasar esta oportunidad ‘enviada por dios’?”, dijo.

Durante su tiempo como voluntaria local, Jenyffer ayudó con el proceso de evaluación y mediante el programa Efectivo por alivio en cinco ciudades, alrededor de 60 días. “Sentí la satisfacción de ser parte de un equipo que contribuyó en mejorar la vida de muchos y que lo hizo con compasión, amor y paciencia”, dijo al continuar su discurso.

Maribel Suárez, otra de las voluntarias locales que compartió su discurso ante la audiencia, declaró que para ella fue la primera vez que ayuda a la comunidad ecuatoriana estando en el Ecuador. Además, tuvo la oportunidad de conocer a personas maravillosas de diferentes países y religión con el solo objetivo de lograr brindar ayuda dondequiera haya un ser humano en necesidad. 

“Estoy muy agradecida con dios, la maestra Cheng Yen, George, Martin y especialmente con Ting y Martha que me animaron a ser parte de esta maravillosa experiencia. ¡Gracias Tzu Chi!”, dijo.

Boris García, otro de los voluntarios, también reflejó el mismo sentimiento al afirmar, “creo profundamente que las religiones pueden llevarse bien y trabajar juntas por un objetivo común, como ayudar a las personas necesitadas”.

Tras la llegada de Tzu Chi, Boris tenía en mente que toda la ayuda brindada por la fundación no se refería a la religión, ya que Tzu Chi se reconoce como una organización budista. Sino, que se refería a la gente con el solo objetivo de eliminar el sufrimiento durante aquella situación difícil. Al principio, no podía entender cómo, ni porqué Tzu Chi quería venir a su país para compartir su ayuda. Pero al poco tiempo se dió cuenta de que se trataba de amor y compasión por los demás.

“Creo que eso es lo que debería ser la religión: un gran intercambio de amor”, dijo al continuar su discurso.

Una vez que los voluntarios dieron sus testimonios, la sala se abrió para responder preguntas de la audiencia.

Viviana Peralta, una joven del vecindario de Corona, en Queens, quien se dedica a ayudar a la gente de su comunidad, preguntó cómo pueden equilibrar ambos el trabajo voluntario con sus vidas personales.

Boris respondió que la clave es tomar una decisión consciente para encontrar el tiempo. El dijo, “yo creo en que todos podemos invertir una hora de tiempo cada día para ayudar a otras personas”. 

Según el, si no puedes dedicar tiempo durante la semana, ¿porque no durante el fin de semana? “Sabes, a veces dormimos hasta el mediodía solo porque dices ‘tuve una semana realmente difícil entonces merezco tiempo para mi mismo nada más’”, dijo al responder aquella pregunta.

En el caso de Boris, ayudar a otras personas es muy gratificante y hace que el se sienta de que puede hacer más de lo que se supone que debe hacer todos los días. “Por eso tomé la decisión de convertirme en voluntario por tiempo completo”, dijo.

Ecuador es el país número 94 en ser asistido por la fundación Tzu Chi y debido a aquellos esfuerzos, se les ha otorgado una suma total de $1.6 millones en ayuda humanitaria. Sin embargo, los esfuerzos de socorro en ese país continúan hoy, incluso el alivio a largo plazo para Canoa, una ciudad que resultó gravemente afectada por el terremoto.

Los esfuerzos incluyen la reconstrucción de la iglesia católica y la del instituto de monjas. Además, incluye la construcción de un nuevo salón de clase para los niños de la comunidad.

Es importante destacar que estos esfuerzos también crearán empleos durante el periodo de construcción. La iglesia, apenas termine de ser reconstruida, servirá para proporcionar un santuario pacífico, al mismo tiempo un lugar de reunión, para la gente de la comunidad durante el estresante proceso de reconstrucción de cada uno de sus hogares.

Al terminar el evento, se anunció la maravillosa noticia de que en Ecuador se establecerá una oficina Tzu Chi, convirtiéndose en el país número 55 en hacerlo, donde se ofrecerá amor, atención y compasión.

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