Escrito por Berlinda Lin
Traducido y adaptado al español por Gabriela Barzallo
Editado por M. Carolina Saheli
El Campus de Tzu Chi en Tijuana, México, inició el Aula de Esperanza en abril de 2023 para ayudar a niños que enfrentan barreras en el acceso a la educación. Comenzando con ocho niños en el primer día de clases, en poco más de dos meses, el programa ayuda a 22 estudiantes de entre 10 y 18 años. Ahora, el Aula está dividida en dos clases, una en la mañana y otra en la tarde, para asegurar que cada estudiante reciba la mejor educación de calidad posible. Además de aprender materias escolares estándar como matemáticas y lectura, los estudiantes también participan en la Educación de Carácter de Tzu Chi, que promueve la empatía y la atención plena en la vida diaria. Estas lecciones son preparadas para los estudiantes a través de una colaboración con la Fundación Educativa Budista Tzu Chi, utilizando planes de lecciones de Carácter del Campus Educativo Tzu Chi de Walnut, California.
El profesor Víctor Alfonso, del Aula de Esperanza, es un docente que ha enseñado matemáticas en secundaria y preparatoria. Dijo: “Estamos utilizando el enfoque de Tzu Chi para ayudar a niños que no podían ir a la escuela, para que puedan progresar y, con suerte, convertirse en grandes profesionales y personas exitosas en el futuro, y también puedan ayudar a otros”.
Utilizamos los Aforismos Jing Si de la Maestra Cheng Yen para enseñar a nuestros niños; debemos nutrir nuestros corazones con alegría para que nuestras familias estén llenas de bendiciones.
Victor Alfonso
Profesor
Aula de Esperanza, Tijuana, México
Restaurando la confianza de los niños en el aprendizaje
El profesor del Aula de Esperanza, Víctor Alfonso, y la asistente del profesor, Francisca Sánchez, quien también es la esposa de Víctor, tienen una conexión especial con Tzu Chi. La voluntaria de Tzu Chi, Ah Mui Manguy, recordó que una vez acompañó al hijo de un beneficiario a una oficina gubernamental para solicitar una tarjeta de identificación para que el niño pudiera ir a la escuela. Inesperadamente, el empleado dijo que para procesar la solicitud se necesitaba un testigo. Francisca, que los escuchó, accedió de inmediato a ayudar como testigo para cumplir el sueño del niño de asistir a la escuela. Este encuentro fortuito ayudó a Francisca a formar un vínculo duradero con Tzu Chi. A partir de ahí, cuando los voluntarios del campus tuvieron la idea de abrir el “Aula de Esperanza”, inmediatamente pensaron en su esposo, Víctor, quien había enseñado matemáticas a estudiantes de secundaria y preparatoria.
Casi tres meses después del inicio del año escolar, todos están asombrados por las habilidades de aprendizaje de los niños. Víctor compartió la historia de uno de los niños, José, quien debía estar en la secundaria pero no pudo continuar sus estudios debido a dificultades económicas en su hogar. Cuando llegó por primera vez al Aula de Esperanza, había estado fuera de la escuela durante tanto tiempo que parecía tener miedo de aprender: “No es que no pudiera leer, ni que no entendiera las preguntas, es solo que le tomaba un poco más de tiempo poder expresarse y responder a las preguntas. Lo que intentamos hacer es darles la confianza para creer que nada es difícil. ¡Si le tememos a los errores, no creceremos!”
Caridad integral
Carmelo Molina Martínez, un beneficiario de ayuda, cuya familia vive en una casa construida con láminas de metal, tiene tres hijos que son estudiantes del Aula de Esperanza. Cuando los voluntarios de Tzu Chi los visitaron con una mesa hecha con una puerta y varias sillas, Carmelo y su esposa, Feliciana Arce Guzmán, los recibieron como si fueran viejos amigos. Sus hijos más pequeños también sonrieron cálidamente mientras sostenían los bocadillos que trajeron los voluntarios.
Antes carpintero, Carmelo comenzó a experimentar una grave pérdida de visión debido a la diabetes. No puede trabajar, lo que hace que la responsabilidad financiera de la familia esté sobre los hombros de su esposa, Feliciana, y su hijo de 17 años, Lisandro Molina Arce Martínez.
Carmelo habló con los voluntarios sobre los cambios en la vida de su familia como resultado de la asistencia de Tzu Chi: “No tenemos baño en nuestra casa; solíamos tener que esperar a que lloviera para poder bañarnos. Ahora, Tzu Chi me ha ayudado con agua, comida, una despensa, zapatos y chaquetas. Han hecho todo lo posible para apoyarme, y me siento muy feliz de estar con ellos.”
Carmelo siente felicidad por la ayuda de Tzu Chi con el cuidado de su visión y su asistencia con una posible cirugía correctiva, ya que no puede trabajar ni viajar, y desea desesperadamente recuperar su autonomía. Feliciana está de acuerdo, y dijo: “Tzu Chi nos ayuda a tener una vida mejor y también nos ayuda a cuidar de nuestros tres hijos en la escuela. ¡Gracias a Dios los tres están en la escuela!”
Un joven se sentó en silencio en una de las dos camas individuales, los únicos muebles en la casa. Era Lisandro, el hijo mayor de Carmelo. Él agradeció a Tzu Chi y a Ah Mui Manguy, la voluntaria que ha estado cuidando de la familia durante muchos años. Además de la entrega regular de agua y alimentos los jueves, lo que más lo emociona es la cirugía ocular de su padre. “La ayuda de Tzu Chi nos ha ayudado a mejorar mucho nuestra vida. Mi padre pronto tendrá una cirugía ocular; gracias por ayudarnos tanto”, dijo felizmente. Anteriormente tuvo que abandonar sus estudios debido a las dificultades financieras de su familia: “Gracias a Tzu Chi, ahora estoy yendo a la escuela. ¡Gracias a Tzu Chi, podré terminar mi educación!”
Lisandro expresó su deseo de continuar sus estudios a su madre. El Campus de Tzu Chi en México, Tijuana, no solo ayuda a los tres hijos de la familia a estudiar en el Aula de Esperanza, sino que también organiza para que Lisandro trabaje en el campus mientras ayuda a su madre, Feliciana, a encontrar un trabajo fuera del campus para que pueda complementar los ingresos familiares.
Una tela roja da la bienvenida a una familia de Tzu Chi a casa
Después de salir de la casa de Carmelo, los voluntarios caminaron hacia la sencilla cabaña de otra beneficiaria, Patricia Avila Ochoa, quien alegremente extendió una tela roja en el pequeño espacio abierto de su hogar e invitó a los voluntarios a poner un pie sobre ella, la alfombra de bienvenida simbolizando su contentamiento y sinceridad.
El hogar de Patricia es muy luminoso y soleado; hay una cama y una pequeña estufa de gas. Su hogar está casi desbordando de alegría y felicidad, con solo unos pocos voluntarios apretados en su interior. Antes de conocer a Tzu Chi, ella y su hija vivían en un automóvil que aún estaba estacionado frente a la cabaña. Pudieron construir esta cabaña porque Tzu Chi ayudó a su esposo e hija a encontrar empleo. Aunque la cabaña es pequeña, es un hogar cómodo y feliz.
Patricia está contenta y satisfecha en su hogar: “Tal vez falte materiales o dinero, pero lo importante es la satisfacción del corazón”. Cuando un voluntario le preguntó por qué todavía quería venir al campus como voluntaria cuando la vida no era fácil para ella, Patricia respondió con calma: “¡Hay que dar sin esperar nada a cambio!” Al ver sus nobles aspiraciones y corazón puro, los voluntarios cantaron alegremente la canción “Familia” a su alrededor y rezaron para que pronto pueda unirse nuevamente a Tzu Chi como voluntaria y ayudar a otros necesitados.